“Prefiero una locura que me entusiasme a una verdad que me abata”.
Christoph M.
Wieland
Hoy quiero compartir con
ustedes una parte de la historia de la arquitectura. Un aspecto interesante de esa historia es lo
que se conoce como “La ciudad ideal”. La ciudad ideal es una concepción
teórica-utópica que aparece en la época
del Renacimiento y considera a Florencia
como la primera ciudad ideal. Para
comprender qué querían los humanistas de esa época, es necesario conocer algunas
teorías que se planteaban en aquel entonces.
Una de ellas es la teoría
albertiana de la ciudad.
La metodología creada por Alberti a mediados del siglo XV es la
base para las más importantes experiencias de la segunda mitad de ese
siglo. Pretende instaurar las condiciones esenciales de la
edificación que ya habían sido establecidas en la antigüedad y aplicarlas en la
nueva cultura arquitectónica. La
precisión en las operaciones constructivas en términos espaciales, denota
claramente el nuevo enfoque que pretendía brindar a la problemática
arquitectónica y a la vez incluye y acepta la idea tradicional o clásica de que
el espacio es una propiedad de los objetos y que la forma o diseño de cada cosa
debe contemplar o anotar todos los vínculos
y propiedades del ambiente. Define
seis pasos para el arte de construir:
1.
El lugar
2.
El solar o sitio
3.
La distribución
4.
Los muros
5.
Las cubiertas
6.
Los vanos
Sobre el lugar donde se pretende
realizar la edificación, advierte que debe ser amplio y abierto en todas las direcciones. Una parte de ese lugar está conformada por lo
que denomina el solar.
Por su parte, el solar
será un espacio delimitado o definido del lugar, rodeado por un muro, todo
acorde con las costumbres del pueblo y según la conveniencia de los ciudadanos. Forma parte del solar todo el espacio que se defina para la
futura edificación o construcción. Como dato curioso, cabe destacar que ese
espacio debía ser “aplanado” o
“apisonado” con la planta de los pies.
Con respecto a la
distribución, Alberti señala que con la misma se divide o separa todo el solar
del edificio en espacios menores, creando la sensación de que el edificio está
lleno de edificaciones o construcciones menores o de menor tamaño.
Las paredes se realizarán
partiendo desde la base y hasta la altura suficiente para sostener el peso de
las cubiertas, y son denominadas muros.
También con ese nombre se designan todas las paredes que se
construyan alrededor del edificio para
cerrar o delimitar el espacio que lo rodea.
Con el nombre de
cubiertas, Alberti abarca no solo aquellas partes que se instalen en
las zonas más elevadas del edificio y que tienen como fin recibir la lluvia,
sino todas aquellas cubiertas que se sitúen a lo largo y ancho y que se ubican
por encima de la cabeza del caminante o transeúnte. Entre ellas se citan: los techos, las bóvedas
de medio cañón y las bóvedas ordinarias, entre otras.
Todos los accesos de que
consta el edificio y que permiten la entrada y salida de los artículos u
objetos necesarios para quienes van a habitar en él, se denominan vanos.
Este enfoque que hasta
aquí hemos comentado sobre la problemática arquitectónica expuesto por Alberti,
se contradice con la noción del espacio perspectivo desarrollada por el mismo
Alberti en otro lugar, sin embargo, es precisamente esa discordancia
teórica que se descubre a finales del
siglo XVI, lo que permite la transición entre el presente y el pasado. La teoría albertiana permite explicar el
ambiente urbano medieval, ofreciendo la posibilidad de representarlo,
criticarlo y racionalizarlo, sin comprometer la continuidad de las nuevas
experiencias con las precedentes.
Bibliografía
Benévolo, L. (1981). Historia de la arquitectura
del Renacimiento. Barcelona: Gustavo Gili, S.A.